Una sonrisa nunca está de más

domingo, 11 de diciembre de 2011

Le quiero a morir

Él borra las horas de cada reloj y me enseña pintar transparente el dolor con su sonrisa. Levanta una torre desde el cielo hasta aquí y me cose unas alas y me ayuda a subir a toda prisa, le quiero a morir. Me dibuja un paisaje y me lo hace vivir, en un bosque de lápiz se apodera de mí, le quiero a morir. Y me atrapa en un lazo que no aprieta jamás, como un hilo de seda que no puedo soltar, no quiero soltar, le quiero a morir. Cuando trepo a sus ojos me enfrento al mar, dos espejos de agua encerrado en cristal, le quiero a morir. Solo puedo sentarme, solo puedo charlar, solo puedo enredarme, solo puedo aceptar ser solo suya, tan solo suya, le quiero a morir. Podéis destrozar todo aquello que veis, porque él de un soplo lo vuelve a crear como si nada, le quiero a morir.

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